viernes, 30 de marzo de 2012

2.5- La Consumación de la Independencia


Las Cortes y la Constitución de Cádiz.



A las Cortes de Cádiz acudieron diecisiete diputados de la Nueva España. Exigieron que españoles e hispanoamericanos fueran iguales ante la ley; que se dejara de discriminar a las castas; que se abrieron más caminos, escuelas e industrias; que los habitantes de la Nueva España participaran en su gobierno; que hubiera libertad de imprenta y se declarara que la soberanía reside en el pueblo.

La Constitución Política de la Monarquía Española, el documento que produjeron las Cortes, se promulgó en marzo de 1812. Redujo los poderes del rey, estableció la igualdad ante la ley de peninsulares y americanos, y eliminó el tributo que pagaban los indígenas. Sin embargo, cuando las tropas de Napoleón fueron expulsadas de España en 1814, subió al trono Fernando Vll y se negó a gobernar conforme a la Constitución.

Los liberales fueron perseguidos, pero siguieron defendiendo sus ideas. Con el apoyo de parte del ejército, en 1820 obligaron a Fernando VII a reconocer la Constitución. El rey no tardó en descartarla y volvió a mandar como monarca absoluto, pero el breve tiempo en que la reconoció tuvo consecuencias muy importantes.


La Nueva España hacia 1820



En abril de 1817, el liberal español Francisco Javier Mina llegó a la Nueva España para luchar del lado insurgente. Lo acompañaba el sacerdote mexicano Fray Servando Teresa de Mier.

Mina llegó a Soto la Marina, en el golfo de México, con tres barcos y poco más de trecientos hombres, que había armado con dinero conseguido en Inglaterra y en los Estados Unidos, países que tenían interés en debilitar a España. Mina recorrió el Bajó, ganó algunas batallas e intentó tomar Guanajuato. Seis mese después de su llegada, fue hecho prisionero y fue fusilado.

Al llegar 1820, muchos insurgentes habían sido derrotados, se habían retirado o habían aceptado el indulto. Algunos seguían resistiendo. Entre otros, Guadalupe Victoria y Vicente Guerrero.

Guerrero nació en Tixtla (ahora en el estado de Guerrero), en 1782. Peleó bajo las órdenes de Hermenegildo Galeana y de José María Morelos. Casi siempre salió victorioso; destacó por su valentía y su lealtad


Triunfo de la Independencia


Tras más de diez años de lucha, había ruina y miseria en vastas zonas del país. Tanto los realistas como los insurgentes habían cometido atropellos y el gobierno del virreinato no podía dominar la situación. Los habitantes de la Nueva España ya no lo apoyaban. Lo que más querían era que se restableciera la paz.

Los españoles y los criollos ricos no deseaban obedecer la Constitución de Cádiz, que estaba de nuevo en vigor, porque les quitaba privilegios, así que apoyaron la independencia. También ellos querían la paz, y convencieron al virrey de que encargase al coronel criollo Agustín de Iturbide que acabara con Vicente Guerrero, para imponer el orden y terminar con la insurrección.

Guerrero conocía bien las montañas surianas y no fue posible derrotarlo. Valiéndose del padre de Guerrero, el virrey le ofreció perdonarlo si dejaba la lucha. El caudillo respondió: "La patria es primero".
Con el apoyo de los españoles y los criollos ricos, Iturbide le escribió a Guerrero pidiéndole que se reunieran para llegar a un acuerdo. Lo hicieron en Acatempan, donde Guerrero aceptó apoyara a Iturbide.

Guerrero sabía que eran muy escasas sus posibilidades de triunfo. Iturbide sabía que derrotar a Guerrero era el continuador de la lucha de Hidalgo y Morelos; Iturbide representaba el deseo de paz de la mayoría de la población y los intereses de los criollos ricos y de los españoles que vivían en América y que ya no querían depender de España.

En febrero de 1821, respaldo por Guerrero, Iturbide firmó el Plan de Iguala o de las Tres Garantías: invitaba a los habitantes del virreinato a unirse para lograr la independencia. Las tres garantías eran: una religión única (la católica), la unión de todos los grupos sociales y la independencia. México sería una monarquía constitucional. Cada garantía se convirtió en un color para la bandera de la nueva nación. En agosto llegó a la Nueva España Juan O'Donojú, el último español enviado a gobernarla. Vio que casi todo el país apoyaba a Iturbide, así que firmó con él los Tratados de Córdoba, documento que reconocía la independencia.
La rebelión de 1810 había concluido. La nueva nación tenía ahora que organizar su gobierno y reparar los destrozos de once años de lucha. Faltaban caminos y había grandes territorios deshabitados. La sociedad estaba desorganizada y el desorden político era abrumador.

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